ámbito.com | Lunes 7 de Diciembre de 2009
La Filarmónica cerró bien otro año extramuros
Por: Eduardo Giorello
Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Dir.: E. A. Diemecke. Obras de E. Benzecry y H. Villa-Lobos. Coro Estable del Teatro Colón. Dir.: M. Ayub. (Teatro Coliseo).
La Orquesta Filarmónica de Buenos Aires clausuró su ciclo de 16 conciertos en el alternativo Teatro Coliseo. Como hemos dicho en anteriores ocasiones, a pesar de los inconvenientes por la falta de lugares adecuados para los ensayos y la realización de los conciertos mismos, el organismo dependiente del Colón cerró una temporada muy elogiable. Esto, no sólo por la calidad de las dieciséis sesiones ofrecidas durante 2009 sino también por el cuidado en la elección de un repertorio que equilibró la tradición con lo contemporáneo en justa medida.
Naturalmente, hay cosas que pulir, pero, como totalidad, puede afirmarse que este año también constituyó un período de recuperación de la energía de sus integrantes. Se notó en los músicos una vuelta a la mística que la Filarmónica había logrado años atrás con sus brillantes temporadas y sus giras internacionales. De hecho, durante 2009, los filarmónicos tocaron en Rosario y en San Pablo, reiniciando de esta manera un nuevo encuentro con los públicos del interior y del exterior. El año próximo el organismo iniciará su postergado y ansiado regreso a casa.
El último concierto del ciclo fue dedicado a dos autores latinoamericanos. En la primera parte se escuchó una obra del argentino Esteban Benzecry, el poema sinfónico «Inti Raymi», que reseña desde el punto de vista sonoro la fiesta del sol de los incas. Fértiles ideas y una rutilante instrumentación caracterizan esta creación del autor nacional que la Orquesta tocó con ímpetu y sensibilidad.
«El Descubrimiento de Brasil», de Heitor Villa-Lobos ocupó toda la segunda parte del concierto. La música fue compuesta por el autor brasileño para acompañar las imágenes de un film de Humberto Mauro. Las cuatro suites que componen la creación conforman una cosmogonía que concluye con la ilustración de la primera Misa oficiada en el Brasil. La dirección de Enrique Diemecke aglutinó las cuatro suites, otorgándoles una continuidad expresiva notable. Por supuesto que una obra de algo más de una hora de duración posee momentos brillantes y otros más convencionales, pero lo que vale es como una síntesis totalizadora conceptual y sonora de trazos nacionalistas. La orquestación brillante fue traducida con delectación por las distintas secciones de la orquesta con gran preeminencia de aerófonos.
En el último número participó el Coro Estable del Colón con la expresividad y rítmica justa impuesta por Marcelo Ayub, un preparador que le conviene al organismo.
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