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laopinionaustral.com.ar |  Sabado 12 de Junio de 2010
Entrevista a Carlos Nery
La pasión afinada
Carlos Nery, reconocido afinador de pianos a nivel nacional, pasó por nuestra ciudad para ver, reparar y afinar varios instrumentos. Conocedor del oficio como pocos, ha recorrido el país de punta a punta, trabajando en grandes ciudades tanto como en pequeños pueblos. Europa le dio aquello que equivocadamente buscó primero en EEUU. La siguiente es la historia de vida de un mecánico del piano que conserva intacta una pasión indescriptible.

Durante la conversación que mantuvimos en un intervalo.

Durante la conversación que mantuvimos en un intervalo.

 

Hace más de treinta años nos visitó por primera vez. En aquellos tiempos no había tanta cantidad de pianos para ver o reparar, sin embargo, no dejó de volver ante la cantidad de requerimientos que pudieran surgir.
Carlos Nery regresa cada tanto porque existe una demanda importante y además porque no son muchos los afinadores que en nuestro país realicen bien su trabajo, algo que nuestro entrevistado lamenta profundamente. 
Recorre cada año nuestro país, ha visitado ciudades importantes, pero también ha trabajado en pequeños poblados, donde sea que haya un piano para ver, reparar o afinar. Junto con Cecilia Berdyszak, quien hace algunos años lo ayuda en la tarea, nos sentamos a conversar, para tratar de conocer un poco más de ese universo que se esconde detrás de esta noble tarea.

LOA: ¿Cuál es el camino que hay que transitar para ser un afinador de pianos?
Carlos Nery: Muchos piensan que se llega a ser afinador cuando se es un pianista frustrado, pero nada que ver. Obviamente, en ambos casos (por Cecilia), ocurre que hemos estudiado música y piano, pero porque nos criamos en familias en las cuales la música era parte de la vida. Lo que sí es real, es que es necesario saber música para ser afinador.


LOA: ¿Cuándo comenzó su experiencia en este oficio?
CN: Tuve la suerte de comenzar con mi padre. Empecé jugando, y a los cinco años ya estaba con instrumentos. Uno aprende día a día. Y después, por esa rebeldía de joven, a los quince años me enojé con mi padre y me fui a vivir con mi abuela para ponerme a trabajar solo. Mi padre me enseñó lo que pudo, lo agradezco enormemente, pero después había que seguir creciendo, así que viajé a Estados Unidos, allí aprendí poco y nada porque me equivoqué de lugar. Luego regresé, hasta que me fui a Inglaterra y luego a Alemania, ahí la cosa cambió, porque hay otra experiencia, en todo sentido. Más tarde volví para dedicarme a la docencia. En el taller donde trabajamos se hacen todo tipo de reparaciones, no sólo afinación, también reparación y restauración. Se ha formado mucha gente con nosotros.

LOA: ¿Se puede decir que existía un curioso despertar por la música y a la vez la necesidad de explorar el sonido?
CN: Todo comienza con que mi padre era afinador de pianos, por consiguiente, me transmitió el legado. Después uno empieza a perfeccionarse porque, de acuerdo a la clientela que uno tiene, será la demanda de trabajo. Mayor demanda implica mayor exigencia, si es que de igual manera el mercado es exigente. Por suerte, atendemos los principales lugares del país. Soy el afinador del Teatro Argentino hace más de 30 años y también del Conservatorio Nacional de Música. El año pasado, toda la temporada del Colón se hizo en el Coliseo, cuyo piano también atendemos. Además, asistimos las orquestas sinfónicas del interior, de Mendoza, San Juan, Rosario, Santa Fe, Resistencia, Bahía Blanca y Mar del Plata, entre otras.

LOA: Es mucho trabajo y también mucha la experiencia.
CN: Imagínese que se ven entre mil y 1500 pianos por año, no más que eso, porque no da el tiempo. Casi estamos recorriendo 100 mil kilómetros por año, en automóvil. Entonces, implica una cantidad de horas enorme, más lo que se trabaja, que a veces llegamos a las 16 horas diarias.

LOA: Por eso es que deben complementarse uno a otro con Cecilia.
CN: Claro, pero te cuento que mi señora también es afinadora. Ella (por Cecilia) es mi cuñada. Mi señora aprendió conmigo, empezó a los 19 años, tiene amplia experiencia y es una de las personas que mejor afina en el país. Cecilia también afina muy bien, nada más que ella comenzó hace seis años y mi señora hace 30. Pero es algo que se ha ido transmitiendo y siempre con el afán de superarse y conocer a fondo.

LOA: De acuerdo a la cantidad de horas de trabajo, el rol de Cecilia parece cobrar una dimensión importante.

CN: En este caso sí, porque es realmente mucho el trabajo que tenemos. Con Cecilia, hacer una afinación puede demandar una hora veinte, o treinta, como máximo. Si no está, puede demandarme hasta dos horas y media. Imagínese que es mucho tiempo ahorrarse 40 minutos en cinco pianos. Lo digo así porque, de lo contrario, no podría afinar cinco pianos diariamente. Además, Cecilia es colaboradora full time, ella sabe cada una de las herramientas que tiene que tomar, los materiales, en fin. Tiene un amplísimo conocimiento.

LOA: ¿Cómo definiría este oficio?
CN: Un afinador no es más ni menos que el mecánico del piano. Acá no existe el: “¡Ah! ¡Usted! ¡El gran oído maestro!”. No, para nada. El oído se adiestra, ni se nace tampoco con una lamparita. Si bien hoy están los medios electrónicos, que ayudan, siempre hay que usar el oído, sí o sí.

LOA: ¿Hace mucho que aplica herramientas electrónicas?
CN: Sí, comencé a aplicarlas allá por el 77, más o menos. Tenía mucho trabajo y además algunos problemas de salud debido a una alteración nerviosa. El sicoterapeuta me dijo que no podía afinar cuatro pianos por día, que a lo sumo podía hacer dos, porque la concentración auditiva, como pasaba con las telefonistas o telegrafistas, alteraba el sistema nervioso. Y bueno, por suerte salieron los medios electrónicos y es a partir de eso que uno trabaja mucho más distendido.

LOA: Se asocia la excesiva concentración con la posibilidad de pérdida auditiva, ¿es cierto?
CN: El oído humano, a partir de los treinta años -en la mayoría de los casos-, comienza a tener una decadencia, por decirlo así. Por eso también hacemos audiometrías anuales, para saber dónde estamos o cómo escuchamos; porque si hipotéticamente uno se da cuenta que no está en condiciones hay que saber abandonar a tiempo. La sordera lo que sí puede causar es que uno no perciba la intensidad del sonido, pero tal vez no la calidad. Digo esto porque muchos piensan que un afinador afina por memoria, pero no, es imposible, ni medianamente lo correcto. La afinación del piano se hace por comparación, es una técnica en la cual uno tiene una medida patrón, dada por un diapasón que puede ser acústico o eléctrico, y a partir de ahí hay que seguir una técnica. Para eso hay que saber música. De a determinados intervalos, se cuentan los llamados batidos o batimentos, que es una unidad de tiempo de cinco segundos. Por ejemplo, uno tiene que hacer un intervalo de quinta, y tiene que ser comprimida, y la cuarta ensanchada, ¿pero cuánto?, porque no se puede decir que es subjetivo.

¿Y cómo se hace para medir eso a oído sin ningún elemento electrónico? Bueno, si vamos al caso Pitágoras ya se empezaba a dar cuenta de eso y Bach lo coronó, se dio cuenta que las quintas había que comprimirlas y las cuartas, ensancharlas. Y luego se cuantifica la cantidad de esos batidos en cinco segundos, o en diez, lo que pasa es que en diez segundos el sonido del piano se extingue, y directamente es mejor contarlo en cinco. Ese es el adiestramiento que hay que tener. La mayoría de los afinadores lo hacen contando batidos a cinco segundos, pero se hace así hace más de cien años.

LOA: Sin duda que no todo pasa por el oído, también hay herramientas que ayudan o contribuyen a mejorar aspectos del trabajo. En este pasaje de la entrevista, Carlos también brinda algunos detalles a propósito de la tarea del afinador frente a un concierto.

LOA: ¿Qué recursos técnicos hay que tener para afinar un piano?
CN: Para la afinación no tanto, hay que contar con elementos apropiados, como una llave de afinar u otros. Lo que sí hay mucho instrumental para reparación. Estimativamente, superan las 5 mil herramientas y dispositivos distintos para usar en el piano.

LOA: Afinación y reparación, ¿hay una de estas alternativas donde se desempeñe mejor?
CN: En lo posible, hay que ser iguales en ambas. Es muy lamentable si uno es buen técnico, pero no buen afinador; o buen afinador y no buen técnico. Suponiendo que un pianista solicite afinación explicando que hay un problema mecánico porque el piano no repite o no puede hacer dos o tres “pe” seguidas, que es un toque muy sutil. Entonces, hay que tener conocimientos mecánicos amplísimos para corregirlo, principalmente cuando vienen artistas internacionales, que son de máxima exigencia. Además, la afinación hay que darla por entendido. Es como decir que uno sirve una mesa y tiene que estar limpia. La afinación también tiene que estar limpia. Y lo mecánico igual, aunque también se rige por normativas, o mejor dicho, por medidas que dan los fabricantes, de regulación, eso tiene que ser muy estricto.


LOA: ¿Cuándo concluye el trabajo del afinador?
CN: Generalmente ocurre que todo pianista llega un día antes, o el mismo día del concierto, y es por la mañana que prueba el piano. Si encuentra algún problema, lo hace saber. Habitualmente, la afinación fina o final se hace antes que el pianista suba al escenario. Por ejemplo, es normal que si el concierto comienza a las 20 horas, uno esté trabajando desde las 17 hasta las 19, antes que den sala. En cuanto a la parte mecánica, tiene que estar resuelta. A excepción que surja algo, que a veces puede ser por razones climáticas. A propósito, la temperatura incide mucho en nuestro trabajo a la hora de afinar. Un escenario sin luces, o luz de ensayo, tiene una temperatura normal de 20 ó 21 grados, y con todos los tachos encendidos, la temperatura puede llegar a 28 grados, eso es lo que ocurre al menos en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Y ahí la afinación se modifica. Acá se afina a 442 Hz, que es una medida internacional. La más usada es 440, pero generalmente las orquestas están en 442, que es la cantidad de vibraciones que tiene la nota La central. Cuando un piano está afinado a 442 y sufre temperatura elevada, la afinación puede bajar a 441 ó 440, baja dos Hertzs, que es muchísimo para un profesional.

LOA: ¿Pero para el público es perceptible?
CN: No, pero el problema es que lo percibe el intérprete, y si lo percibe, se siente molesto, no se siente cómodo. Son diferencias que no gustan y que se cuestionan.


LOA: Saliendo de la cuestión técnica, ¿han surgido inconvenientes o imprevistos a la hora de afinar?
CN: Sí, principalmente cuando hay que compartir momentos con personas que no hablan el mismo idioma, por decirlo así. Por ejemplo, hace un tiempo, cuando Marta Argerich fue al Llao Llao, el concierto era a las veinte horas y nosotros a las cinco estábamos afinando. El problema es que había mucho turista internacional comiendo y a ellos les molestaba. Realmente, se pusieron muy quejosos, pero pienso que si hay un poco de cultura debe aceptarse. Además, afinar un piano tampoco es algo tan horrible como para no soportarlo. Pero, bueno, generalmente trabajamos en ámbitos donde no se ejerce maltrato porque son personas volcadas a la misma actividad.

LOA: ¿Recuerda un concierto que haya disfrutado últimamente?
CN: Cientos, porque han venido artistas de nivel internacional. Uno ha visto muchos músicos en tantos años. El año pasado, por ejemplo, vinieron algunos destacados, el caso de un violinista muy famoso, Hilary Hahn. También vino la orquesta de la Suisse Romande con un pianista de muchísima trayectoria, y así un montón de conciertos.

TEATROS Y ACUSTICA

LOA: ¿Qué lugares de Argentina tienen lo necesario para dar un buen concierto?
CN: Hay pocos, pero algunos muy buenos. El auditorio de San Juan es de los mejores. Es hermosísimo y tiene una acústica excepcional. En Buenos Aires, el auditorio del Belgrano también es excelente. Después, hay muchos teatros en las provincias que son muy buenos.

LOA: ¿Qué es lo que se necesita para que un lugar tenga una buena acústica?
CN: Inciden una cantidad de cosas. Piense que, por ejemplo, el Teatro Colón ahora fue restaurado, y uno de los temas en particular era saber si se había modificado la acústica. En eso influye una cantidad de factores, desde el telón, la moquete, los revoques, todo revestimiento que se coloque. Influyen miles de cosas.

LOA: ¿Esos factores han sido tenidos en cuenta?
CN: Aparentemente han contratado todos profesionales y la prueba que se hizo la semana pasada, que fue sólo para directivos y técnicos, arrojó como resultado que está intacta. Es lógico que primero hay que escuchar lo que dicen, después veremos si eso es cierto.

LOA: ¿Se puede asegurar que el Colón es el mejor a nivel acústico?
CN: Es el mejor del país, pero después hay muchos otros. El Teatro Argentino, que se quemó hace una cantidad de años, era maravilloso. Ahora hay un teatro nuevo allí, donde también trabajamos. Pero, como decía, hay muchos teatros en el interior, uno muy bueno en Bahía Blanca, otro excelente en Paraná, en Rosario. Hay muchos, muy buenos y de excelente nivel en cuanto a lo acústico.

DE EEUU A EUROPA

LOA: Usted decía que EEUU había sido el lugar equivocado, ¿qué es distinto allí con respecto a Europa?
CN: Primero que nada debo decir que en EEUU hay gente muy capaz, pero me equivoqué y la culpa fue mía. Europa tiene múltiples lugares reconocidos en años, la mayoría de los grandes músicos nacieron en Alemania o Inglaterra, en realidad han estado diseminados por todo el viejo continente. Asimismo, las fábricas de pianos más importantes también están allí. El mejor piano del mundo, el más legendario y más conocido, es el Steinway & Sons, cuya casa matriz está en EEUU, aunque es de origen europeo.

LOA: Esa historia es muy particular…
CN: De Alemania, Henry Steinway se fue a vivir a EEUU, donde, en 1853, funda una fábrica maravillosa, aunque en 1900 abrió una filial en Hamburgo. Los alemanes no lo quieren mucho, porque cambió su nombre: su apellido era Steinweg, o sea el apellido significaba “camino de piedra” en alemán. Él, al irse a EEUU, americanizó su nombre y le puso Steinway, finalmente la compañía pasó a llamarse Steinway & Sons. Los germanos son muy estrictos en ese sentido y consideran que la fábrica que no los traicionó fue Bechstein.

LOA: ¿Cuáles son, según su opinión, las fábricas más destacadas?
CN: En este momento hay cinco fábricas de pianos que podría decirse son las más importantes: Steinway & Sons, la filial de Hamburgo porque la de New York, lamentablemente, hace un muy mal producto. Después, en Austria funciona Bosendorfer, excelente fábrica a la que ahora compró Yamaha. En el norte de Italia hay una llamada Fazioli, que también es número uno. Y después están las dos fábricas japonesas, que son Kaway y Yamaha, que es la de mayor producción en el mundo, ya que hace mil pianos diarios. Yamaha además hace el modelo CF3S, que cuesta más de 200 mil dólares, es el más caro de todos, que no quiere decir que sea el mejor. El Steinway de Hamburgo actualmente está costando 161 mil euros. En el país, hay uno en Mendoza, que regaló el vicepresidente Julio Cobos. Él había prometido que iba a comprar uno para el Teatro Independencia y lo compró. Así que Mendoza tiene un Steinway de Hamburgo, con el que, el año pasado, Horacio Lavandera grabó su CD.

LOA: Aunque la tarea de los reparadores parece contar con un tiempo de duración promedio, a veces se encuentran con obstáculos que demorará el desenlace. Además, no en todas las regiones del país se presentan los mismos inconvenientes. En este sentido, parece, el clima juega un papel importante.

LOA: En cuanto a su trabajo a domicilio, ¿hubo algún piano que le haya traído dolores de cabeza?
CN: Sí, hay pianos difíciles. Lamentablemente, acá en el sur es donde están los más difíciles, porque se ven afectados por el clima que realmente los destruye. Aunque no sólo eso, también las calefacciones. Hay que tener en cuenta que dentro de un piano está un poco el bosque -si bien tiene partes metálicas, como las cuerdas, las clavijas y el armazón, que vulgarmente muchos llaman el arpa pero que se llama placa metálica o armazón metálico, donde están tomadas todas las cuerdas, y que resiste una tensión de 20 mil kilos-. Pero decía, acá suelen tener problemas porque ese armazón, que es de fundición gris, está como anclado a una tirantería de madera ubicada detrás o debajo del piano. Esas maderas van encoladas, y las colas, en los pianos antiguos, eran orgánicas y fallaban en calefacciones fuertes o en climas secos. Suelen tener serios problemas estructurales, pero no tanto los pianos actuales, porque están hechos con colas vinílicas con multilaminación, por eso es que se enaltece tanto al piano oriental, porque está hecho de una manera que acá es donde tiene mejor rendimiento. De todas maneras, en este último viaje, hemos encontrado cosas muy pero muy interesantes. Vimos un piano, que es el más llamativo que yo he visto, y que lo afinamos ayer. Es un piano muy antiguo, no extremadamente, pero es de 1910. Lo llamativo es que tiene un estado de conversación tan impecable, que yo, usted, o ella, al mirarlo, podríamos decir: “Esto salió de fábrica hace diez años”, y nada podría ser objetado. Una cosa maravillosa, increíble.

LOA: ¿Dónde lo encontraron?
CN: En un domicilio particular. Es un piano marca Bord, fabricado por Pleyel en 1910. Pero es increíble, está totalmente virgen.

LOA: ¿No se suele encontrar este tipo de instrumentos?
CN: No, no es común en cien años. Según los propietarios, vino de Inglaterra, llegó en barco hasta un muelle, de donde lo bajaron a un bote, de allí a tierra y derecho a una estancia en la que quedó. Pero me dejó sorprendido, creo que es la pieza más hermosa que he visto, no por su calidad, sino por el estado de conservación. Llegué a pensar que era una réplica y mire que veo 1.500 pianos al año. En fin, algo hermosísimo.

LOA: ¿Hace mucho de su primer viaje a nuestra ciudad?
CN: Hace 30 años, o más. Estimo que, actualmente, en Río Gallegos hay más de 120 pianos. El Conservatorio, de entrada nomás, tiene 20 usables. Si después sumamos las casas de familia, de las profesoras, en fin. Esta vez fui a ver el piano de la residencia del gobernador, pero quedamos en que tengo que ir nuevamente. Además, hay entre cinco y diez pianos en El Calafate. Hoy también llamaron de Río Turbio, pero realmente hay trabajo en todo el país. De ocho o diez trabajos que salen, hacemos cinco.

LOA: ¿De qué cosas se ha privado, o no ha podido realizar, por dedicarle tanto tiempo a este trabajo?
CN: Muchas veces me pongo a pensar en eso y me da tristeza. Hace un tiempo saqué la cuenta que, con la cantidad de horas que llevo en el auto, podría haber hecho cinco carreras universitarias, porque hacemos alrededor de cien mil kilómetros al año. A este trabajo lo amamos tanto mi señora, Cecilia y yo. Hasta un hijo mío trabajó en esto, pero después se dedicó a ejercer su profesión de abogado; pero claro, es un trabajo en un país muy grande. Pienso que tendría que ser completamente distinto, que tendría que haber más colegas afinadores. No tendríamos que venir desde Buenos Aires porque debería haber alguien acá que afine. No puede ser que uno venga para acá, de acá a Salta, Tucumán, Mendoza, Resistencia, Bariloche. Cuando tocó Bruno Gelber, en febrero, tuvimos que salir volando a San Martín de los Andes. Estamos así, como quien apaga incendios.

LOA: ¿Tan así?
CN: Sí, claro. Y es un trabajo que, lamentablemente, favorece a todo oportunista. Aunque el país cuenta en general con gran cantidad de oportunistas. Eso del autodidacta no lo comparto para nada, pienso que hay que ser cada día más profesional. En este trabajo no tenemos escuela. Solamente hay una persona que en Buenos Aires lo enseña, soy respetuoso de esa persona y todo, pero no comparto esa metodología, porque lo enseña a distancia. Y es más o menos como aprender violín por carta, es un trabajo de desempeño en el puesto.

Yo estuve trabajando como docente en San Juan de Puerto Rico, y cuando regresé, la Fundación Antorcha me convocó para hacer un curso de perfeccionamiento, vinieron 22 personas que trabajaban en esta tarea en diferentes partes del país. La Fundación, hoy desaparecida, quería afinadores diseminados en toda Argentina, con muy buen criterio. Así fue que se presentaron 62 aspirantes y quedaron 22. Toda esa gente aprendió, algunos muchísimo, otros muy poco. Y el problema es que hay mucha persona que es músico y, porque tiene facilidad manual, se dedica a esto. Entonces, ahí vienen los aficionados. Ojo, no estoy en contra de los aficionados, pero tienen que tratar de, día a día, aproximarse a un profesional y no ser demasiado aficionados, o muy poco aficionados. Porque, si nos quedamos en esa, acá por ejemplo, en el Conservatorio, la mayoría de los pianos que están destruidos no están así por los alumnos, sino por los seudo profesionales, que no voy a dar nombres, pero que han venido y que recorren la Patagonia además. Entonces, uno encuentra que en el país hay muy poca gente que trabaje bien, se encuentra con aficionados que, en vez de colocar un eje de bronce niquelado, ponen un clavo y hay una diferencia enorme. O en vez de poner un repuesto, atan con hilo o alambre, y por eso los pianos se destruyen.


LOA: De tanto andar, ¿qué ha visto más allá de su trabajo?
CN: No he recorrido tanto. He sido muy egoísta conmigo mismo. Siempre que he ido al exterior, me dediqué a lo mío, pensando en que la próxima vez iba a poder ver museos, u otros sitios, y siempre todo quedó para la próxima vez. Reconozco que no es correcto lo que hago, que arrastro a mucha gente, pero es mi pasión la que hace que arrastre a otras personas.

LOA: Realmente Carlos es una persona apasionada, con mucho para decir y también para enseñar a quien quiera tomar de buena manera sus opiniones y experiencia. Un gran mecánico del piano que sostiene inalterables sus principios y su amor por ese universo que lo circunda.

Finalmente, quizás valga la aclaración: la entrevista fue realizada dos semanas antes de la reapertura del Teatro Colón, mientras hacía de las suyas en uno de los tantos pianos que alcanzó a ver, reparar y afinar.


CON CECILIA A TODOS LADOS

LOA ¿Hace cuánto que trabajás con Carlos y cómo es esa experiencia?
Cecilia Berdyszak: Hace seis años que trabajamos juntos, y la experiencia es muy interesante. Todos los días salen cosas nuevas, pianos nuevos para ver y trabajar. Hay 14 mil marcas y, por decirte, siempre, todos los días, se descubre algo.


LOA: ¿Qué hay del hecho de viajar tanto?
CB: Eso completa el interés, porque uno entra a la casa de la gente, conoce personas interesantes. Así que es un conjunto que hace un todo, y que uno lo hace con toda felicidad, con dedicación y mucha responsabilidad.

¿CUANTO CUESTA AFINAR UN PIANO?
“Lo mismo que en Buenos Aires, porque vengo por más de un piano. Cobro 500 pesos, pero hay quien cobra cien. Yo siempre alego que se pone mucho capital en esto. En su momento, invertimos en el taller cerca de 250 mil dólares, que no es una suma terrorífica, pero sí para quien es un trabajador. Y uno tiene que tener vehículo e infraestructura que sustentar”.

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Por Claudio Alvarez
Fotografías: José Silva
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