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El delirio del poder
Gustavo Gabriel Otero
Hubo un tiempo, hace ya más de medio siglo, en el cual el Colón de Buenos Aires ofrecía a sus espectadores las novedades líricas a meses o a lo sumo a los muy pocos años de sus estrenos mundiales. Con el tiempo los estrenos argentinos o americanos de obras de compositores vivos se fueron espaciando hasta casi desaparecer. El débito de óperas del siglo XX del Colón con su público es enorme y con escuálidas temporadas de siete u ocho títulos casi irremediable.
Es por eso que presentar el estreno americano de una obra cuya primera representación mundial fue en julio de 2006 de un compositor contemporáneo, vivo y presente en la sala, no puede menos que ser saludado con alegría y esperanza.
Abrir la Temporada con una obra contemporánea también es un posicionamiento y para ello se recurrió a Calígula de Detlev Glanert, cuya estética parece rehuir de los istmos y de la música para pocos convencidos, para componer de un modo ecléctico, postmoderno y de llegada al público.
El trabajo de Hans-Ulrich Treichel para adaptar el Calígula de Albert Camus, nos lleva a cuatro momentos de sus últimos tiempos. El primero acto nos muestra la desesperación de Calígula, motivada por la muerte de su hermana-amante Drusila, el cambio de personalidad ante el absurdo de la vida y su faz como gobernante cruel, brutal y absurdo, que comienza un camino de delirio en el poder.
En el segundo acto Calígula juega con la vida y la muerte de sus súbditos. Es notable la caracterización de los personajes que exaltan al gobernante con una mezcla de temor, amor, convicciones o conveniencias y que permiten bucear sobre dictadores y sus adulones actuales o pasados. En el tercero, Calígula se cree Venus y se hace adorar como un dios mostrando nuevamente que busca los límites a su poder y al no encontrarlo obliga a sus súbditos a realizar acciones cada vez más delirantes y denigrantes. En el último asistimos a la muerte del gobernante, único final posible de este antihéroe que se dirige desde el principio a la propia aniquilación.
Un texto de sorprendente actualidad, con delirios de poder que parecen copiados de los diarios de los últimos meses, y que permite reflexionar al público sobre los totalitarismos de cualquier signo.
Momento de la representación de ‘Calígula’ de Glanert. Dirección musical, Ira Levin. Dirección escénica, Benedict Andrews. Buenos Aires,Teatro Colón, abril de 2014
© Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón, 2014
La partitura comienza y finaliza con un grito desgarrador que marca las dos muertes de Calígula: la interior ante la muerte de Drusila al principio y la total, al final, cuando es apuñalado por la muchedumbre.
La orquestación es exuberante y rica. En la obra, moderna y ecléctica, Detlev Glanert no renuncia ni a momentos líricos ni a un necesario expresionismo. La partitura es variada y se pueden encontrar coros -que parecen hacernos oír los delirios de Calígula- e importantes monólogos sin olvidar escenas de conjuntos y dos importantes interludios orquestales.
La puesta en escena, presentada en mayo de 2012 por la English National Opera, está firmada por Benedict Andrews y es de un manejo teatral impecable. La idea de ambientar la obra en las gradas de un estadio de fútbol -moderno circo romano- es más que interesante y por cierto muy actual por la frecuencia en que se dan entendimientos entre gobernadores autoritarios y gestores deportivos para anestesiar al pueblo con fútbol u otros deportes para todos. Pero cuatro actos ambientados en el mismo espacio causan cierto tedio, a pesar de la buena factura de la escenografía de Ralph Myers.
El vestuario de Alice Babidge es ecléctico y contemporáneo con algunos guiños irónicos y la iluminación de Jon Clark de excelente concepción y realización.
Momento de la representación de ‘Calígula’ de Glanert. Dirección musical, Ira Levin. Dirección escénica, Benedict Andrews. Buenos Aires,Teatro Colón, abril de 2014.
© Arnaldo Colombaroli/Teatro Colón, 2014
Ira Levin al frente de la Orquesta Estable realizó un trabajo de primer orden. Logró realzar una partitura de inteligentes y exquisitos planteos sonoros y obtuvo el equilibrio justo de cada familia de instrumentos en una partitura de admirable y exuberante orquestación. La orquesta respondió de la mejor manera y fue una de los puntos más altos en el éxito de la representación.
En el protagónico Peter Coleman-Wright -quien ya interpretó a Calígula en 2012 en la ENO- brilló en lo actoral y en la identificación con el rol. En el plano vocal cumplió con su exigente parte, aunque hubiera sido deseable mayor volumen y mejor color baritonal.
Yvonne Howard fue una lírica y compenetrada Cesonia, y tanto Martin Wölfel (Helicón) como Jurgita Adamonyté (Escipión) fueron creíbles, de canto preciso y exquisitos intérpretes. Los tres artistas ya interpretaron sus roles en otras ocasiones y parecen conocerlos a la perfección.
Héctor Guedes fue un sólido Quereas mientras que los locales Fernando Chalabe (Mucio), Víctor Torres, en el doble papel de Mereia y de Lépido, y Marisú Pavón (Livia) fueron irreprochables.
Momento de la representación de ‘Calígula’ de Glanert. Dirección musical, Ira Levin. Dirección escénica, Benedict Andrews. Buenos Aires,Teatro Colón, abril de 2014
© Máximo Parpagnoli/Teatro Colón, 2014
Notable el desempeño del Coro Estable y exactos los cuatro coreutas que encarnaron a los poetas: Nazareth Aufe, Marcelo Monzani, Cristian Maldonado y Cristian De Marco.
En una obra sobre Calígula no puede faltar su hermana-amante Drusila. En este caso es un personaje mudo personificado por la actriz Lara Tressens, que se pasea de principio a fin de la ópera como un hermoso fantasma desnudo, una especie de visión espectral sin contenido erótico a pesar de la completa desnudez.
En suma: un obra tocante y actual que nos interpela sobre el delirio del poder con una música sugestiva, adecuadas interpretaciones y una puesta contemporánea.
Este artículo fue publicado el 11/04/2014
Buenos Aires, 01/04/2014. Teatro Colón. Detlev Glanert: Calígula, ópera en cuatro actos. Libreto de Hans-Ulrich Treichel, basado en el homónimo drama de Albert Camus. Estreno americano. Benedict Andrews, dirección escénica. Ralph Myers, escenografía. Alice Babidge, vestuario. Jon Clark, iluminación. Producción escénica de la English National Opera (ENO). Peter Coleman-Wright (Calígula, emperador); Yvonne Howard (Cesonia, su esposa); Martin Wölfel (Helicón, esclavo); Héctor Guedes (Quereas, procurador); Jurgita Adamonytė (Escipión, un joven patricio); Fernando Chalabe (Mucio, senador); Víctor Torres (Mereia/Lépido); Marisú Pavón (Livia, esposa de Mucio); Lara Tressens (Drusila), Nazareth Aufe, Marcelo Monzani, Cristian Maldonado y Cristian De Marco (cuatro poetas). Orquesta y Coro Estable del Teatro Colón. Director del Coro: Miguel Martínez. Dirección musical: Ira Levin
La idea de ambientar la obra en las gradas de un estadio de fútbol -moderno circo romano- es más que interesante y por cierto muy actual por la frecuencia en que se dan entendimientos entre gobernadores autoritarios y gestores deportivos para anestesiar al pueblo con fútbol u otros deportes para todos,
no tenia necesidad de descubrir un pensamiento tan gorila ,poniendo de manifiesto su opinion descalificatoria sobre el pueblo.
Oscar, ya lo conocemos a Otero. Sin embargo, en una cosa tiene razón cuando dice «permite reflexionar al público sobre los totalitarismos de cualquier signo».
A mí, el uso de la tribuna futbolera me remite a la sociedad del espectáculo de Guy Debord.
La gente vestida de fiesta y con joyas entre el amarillo de los asientos me recuerda a lo que se ha convertido la cancha de Boca y las banderitas amarillas triangulares al partido Pro, es decir, me recuerda a Macri, que saltó a la función pública después de ser presidente de Boca. Los globos de colores remiten a Durán Barba y los no-actos de campaña del Pro, las vedettes, las prostitutas y el travestismo son el territorio natural del diputado Pro Miguel del Sel. De la alianza entre política y fútbol surgen personajes como los barrabravas que trabajan en la Legislatura porteña. La demolición de la casa de Alfonsina Storni, los negociados con los shoppings, el maltrato a Claudio Espector, las aulas-container, el nombramiento de Violetta como embajadora cultural, el festejo de cumpleaños de Cacho Castaña en el Colón, la demolición parcial de Museo Hernández para poner un bar, entre otras tantas cosas, y ya que estamos la DESAPARICIÓN de la Biblioteca del Teatro Colón, aparecen en algunos diarios pero en otros no.
Otra cosa que me gustó de esta crítica es cuando dice: «exaltan al gobernante con una mezcla de temor, amor, convicciones o conveniencias». Me hace acordar a unos cuantos críticos musicales 😉
En general coincido con Otero en su comentario sobre el «Calígula» de Glanert. Respecto de lo que dice Mariángeles, comparar al gobierno de Macri (y el Pro) con Calígula y las dictaduras que la ópera (y su fuente, Albert Camus) describen, me parece una exageración.
Ay Joaquín, no entendiste. 😥
Es Otero el que exagera comparando a la dictadura de Calígula con nuestra actualidad y sin dar nombres, escondiendo la mano, obvio.
«Un texto de sorprendente actualidad, con delirios de poder que parecen copiados de los diarios de los últimos meses, y que permite reflexionar al público sobre los totalitarismos de cualquier signo». «Es más que interesante y por cierto muy actual por la frecuencia en que se dan entendimientos entre gobernadores autoritarios y gestores deportivos para anestesiar al pueblo con fútbol u otros deportes para todos».
❗
y después fijate que terminé mi comentario con un guiño, 😉 que significa ironía… sobre las exageraciones de Otero.
Por otro lado, yo hablé de las banderitas amarillas porque el Pro usa banderitas amarillas y pinta todo de amarillo, la referencia hubiera sido la UCR si el pueblo hubiera aparecido con boinas blancas, ¿entendés?
Si hubiera habido gente comiendo choripanes la referencia hubiera sido el peronismo, pero había globitos de colores como en los no-actos de Durán Barba, y bataclanas como las de Del Sel, ¿entendés? 😯
Otero dice que hay que reflexionar sobre cualquier signo pero solo apunta a uno: ¿y los otros? Te recomiendo que leas el Caffígula de Ácido Domingo en este blog para ver otra interpretación, dirigida al manejo del Colón, eso sí es muuuy exagerada.
¿Hay que explicar estas cosas? (no hace falta que respondas, es una pregunta retórica).
Y ahora en serio: fijate lo que puse sobre el libro de Guy Debord. Viene por ahí.
No te respondo, pero digo que me parece que Otero, si se refiere a algo, es al gobierno de Cristina (la referencia al Fútbol para Todos es clara), en todo caso.
Un aplauso para Joaquín que empezó a entender!
ahora tiene que ver esto
Leí el libro pero no conocía esta película. 😎 Gracias.