Ser o no ser elitistas, una delicada cuestión para resolver | Tiempo Argentino

Tiempo Argentino | Espectáculos
TODOS LOS PÚBLICOS TODOS
Ser o no ser elitistas, una delicada cuestión para resolver
Ana Durán 15 de Noviembre de 2015 |
En cierta ocasión, una ex directora de cultura de una ciudad del Cono Sur me dijo algo así como “en mi época no había tanto detalle y especificidad para llevar a los jóvenes al teatro… Nos limitábamos a que vayan y vean y ahora no debe haber muchos ciudadanos que no hayan pasado por alguna sala de esta ciudad”.

Es cierto. Ahora es impensable llevar adelante alguna acción en relación a crear nuevos públicos sin tener en cuenta “detalles” como las nuevas subjetividades y la relación con los medios, la multipantalla, la cantidad de salas o espacios de esta Ciudad (384) y de obras que se presentan anualmente en cartel (3421), entre otras cosas.
Pero además, es imposible para cualquier gestor cultural que se precie, no indagar en el contexto. A partir de allí surgen las preguntas orientativas y a veces incómodas. ¿Puede deducirse que las artes escénicas tienen un público de elite? ¿Está bien que así sea o debería ampliarlo? ¿Cómo operan en estas circunstancias la ampliación de los  derechos de ciudadanía y la democratización de la cultura? ¿Importa saber lo que el arte puede hacer en la formación de los niños y los jóvenes? Y en relación directa con los artistas y las salas ¿el objetivo para ellos de pensar los nuevos públicos tiene que ver sólo con que las butacas estén completas? ¿Alcanza con eso? ¿Les interesa a los artistas “exponer” sus obras al público que no es habitué, que no está “formado” en los hábitos e ideologías que articulan el ritual de las artes escénicas?

El tema del “no público”
Cada vez que se tocan estos temas aparece una gran cantidad de nombres y categorías (público, espectador, audiencias) que meten ruido y no van al verdadero tema de fondo que es un enfrentamiento entre dos posturas: pensar a los “no espectadores” como clientes o como ciudadanos. Desde ese lugar, las estrategias de acercamiento se dividen. Pero cualquiera sabe que nada se puede hacer sin pensar en las herramientas del marketing de las artes. No se trata de una u otra trinchera sino de tener objetivos claros y tomar lo mejor de ambos bandos. Y esos objetivos, por poner las cosas muy en blanco y negro, pueden ir desde llenar la sala con la obra que protagoniza Susana Giménez a 700 pesos la platea, o acercar a jóvenes de barrios alejados del centro a una sala del Abasto para ver una obra de teatro independiente.
Para despejar preconceptos, son necesarios algunos principios. Para los nuevos públicos o “no públicos” la gratuidad no es un incentivo. Si no hay deseo, por gratis o barato que sea, no se van a acercar. Además es casi imposible que un adulto se acerque voluntariamente a ver algo que no conoció en su infancia o juventud. No existe un público, sino “los púbicos” por lo que no hay una sola estrategia que sea universal, sino que de la combinatoria de varias de ellas o su creación, dependerá que se llegue a buen puerto. Y así y todo, a veces las acciones pueden no dar resultado. Toda la industria del entretenimiento se está peleando en este mismo momento –con munición pesada– por ocupar los espacios de ocio de la gente.
En una investigación reciente que realizamos con el equipo de Formación de Espectadores (MEGCBA) que desarrollamos desde 2005, acercamos a cuatro grupos de cuatro escuelas públicas diferentes de la Ciudad haciendo foco en 16 jóvenes que se autodefinieron como “no espectadores” de las artes escénicas, en el sentido de que nunca habían asistido a una sala de teatro o danza. Llegamos a algunas conclusiones: decimos que realizan un pasaje de la subjetividad escolar a la del sujeto espectador de las artes escénicas, que tratándose del marco de la escuela, tienen el preconcepto de que las obras serán malas, aburridas y con lenguaje aniñado, que la necesidad actual de estar hiperestimulados los lleva a vivir su entrada a una sala con el celular apagado como un infierno; que tienen más interés por los aspectos técnicos y estéticos que por los argumentales; y el más interesante: que gran parte de los jóvenes no comparten los principios ideológicos de los artistas.
Hoy por hoy, la presencia o ausencia de un área de audiencias en una institución cultural explica su voluntad de elitismo o de democratización ciudadana. En lo que a la ciudad de Buenos Aires se refiere, la ADET (Asociación de Empresarios Teatrales) suele hacer foco en la creación de nuevos públicos, ARTEI está empezando a pensar el tema, y hay varias instituciones como El Cultural San Martín, Prodanza, la Bienal de Arte Joven o el Teatro Nacional Cervantes que destinan parte de sus esfuerzos y su reflexión para acercar al difícil “no público” a las artes. Pero el resto (Teatro Colón, Complejo Teatral de Buenos Aires y el FIBA, entre otros), se limitan a políticas de precios. Mientras tanto, el GAM (Gabriela Mistral) de Santiago de Chile, se ofrece como una experiencia que combina desde su origen la programación en paralelo a la creación y fidelización de púbicos. Y la ciudad de Buenos Aires… espera.
Ana Durán es creadora y coordinadora desde 2005 del Programa de Formación de Espectadores de teatro, cine y danza del Ministerio de Educación de la Ciudad. «

Ser o no ser elitistas, una delicada cuestión para resolver | Espectáculos | Tiempo Argentino

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s