Los retratos del pianista – 02.06.2016 – LA NACION

Los retratos del pianista
Pablo Gianera LA NACION Jueves 02 de junio de 2016
Edward Said proponía en uno de sus artículos recopilado en el libro Music at the Limits dos categorías de pianistas a partir de una comparación entre András Schiff y Vladimir Horowitz.

La segunda, discutiblemente desventajosa, encarnaría un estilo de demostración extrovertida, sin intimidad. En la otra categoría, en cambio, el intérprete sólo se revela a sí mismo al revelar la partitura; la pericia técnica se subordina, siempre según Said, a «una estética de modestia, afabilidad y musicalidad introvertida». Nelson Goerner es uno de esos raros pianistas que consiguen pertenecer por derecho propio a ambas categorías. Nunca quedó más clara esa doble pertenencia que en el recital para el Mozarteum Argentino.

Optar por un enfoque virtuoso para las Davidsbündlertänze, de Robert Schumann, será siempre un desacierto. Por su supuesto que hay allí virtuosismo («Sehr rasch» es un caso), pero esas dieciocho piezas de carácter no tienen nada exterior. Son en verdad una serie episódica de autorretratos. Fueron maravillosos los vuelcos que logró Goerner, por ejemplo el que sobrevino después de «Ungeduld», que pasó de un golpe de la crispación de Florestan a la melancolía de Eusebius. Ese golpe tiene que ser justo, ni demasiado fuerte ni demasiado débil. Las danzas de la liga de David son episódicas, pero cada episodio está conectado con el anterior y con el que sigue: cada uno está completo en sí mismo y cada uno completa al otro. Goerner desnudó ese tejido motívico y armónico.

Schumann juega con la memoria, y muestra todas las cartas, como se dio cuenta Charles Rosen, en el número «Wie aus der Ferne». La lejanía no es sólo espacial sino temporal. Allí vuelve el Ländler, esa forma primitiva del vals, que ya se había escuchado al principio, en «Innig». Su irrupción debe ser preparada e imprevista, y así la hizo Goerner: se escuchó como el resto de un pasado perdido para siempre. Esa primera parte del programa había empezado con una lectura erizada, y a la vez extrañamente lírica, de la Chacona en sol mayor, HWV 435, de Händel.

La continuidad de Schumann con Chopin iba de suyo. Pero aquí Goerner pareció transformarse en otro intérprete, sin dejar de ser el mismo. El Scherzo opus 39 se convirtió en un mecanismo demoledor, pero transparente, o acaso sin espesor. Los dos Nocturnos del opus 55 no podrían ser más contrastantes: uno, entera intimidad; el otro, sensibilidad operística. Goerner no rehuyó esos extremos. La Polonesa «Heroica» fue puro brillo y precisión.

Hubo tres bises, entre ellos una pieza de Scriabin y una versión electrizante del Estudio para la mano izquierda, de Felix Blumenfeld.

Goerner tocó Schumann y Chopin como dos extremos

Goerner tocó Schumann y Chopin como dos extremos. Foto: Liliana Morsia/ MOZARTEUM

Nelson Goerner, piano / Programa: Chacona en sol mayor, HWV 435, de Georg Friedrich Händel; Davidsbündlertänze, de Robert Schumann; Barcarola en fa sostenido mayor, opus 60; Scherzo n° 3 en do sostenido menor, opus 39; Nocturno en fa menor opus 55, n°1; Nocturno en mi bemol mayor, opus 55 n° 2; Polonesa en la bemol mayor, opus 53, de Frédéric Chopin. Mozarteum Argentino / En el Teatro Colón / Nuestra opinión: muy bueno

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