Teatro Colón

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10 h · Carta de lectores del Director Artístico del Teatro Colón, Darío Lopérfido, publicada hoy en el diario Perfil.

En mi carácter de director artístico del Teatro Colón, deseo formular algunas aclaraciones en relación con lo afirmado por el dramaturgo Rafael Spregelburd en su columna “Cogoteando a Dido”, publicada en PERFIL el 10 de junio pasado.
Allí sostiene que las entradas para la ópera Dido y Eneas costaban más de $ 3.500 y que las únicas que el comentarista consiguió eran de $ 635 y le dejaban ver la mitad del escenario, para luego emitir diversos conceptos peyorativos tanto respecto del edificio como de la institución Teatro Colón. La realidad es muy distinta.
A lo largo de mi gestión hemos abierto infinidad de posibilidades para que todos los espectáculos del teatro sean accesibles a todo público.
En el caso de Dido y Eneas –una puesta de Sasha Waltz con la Academia de Música Antigua de Berlín, ofrecida muy por debajo de los precios internacionales–, el ensayo general –que es igual a una función– fue abierto y gratuito, y la última función de abono se transmitió por streaming.
Además se proyectó en la Plaza Vaticano, con chocolate y mantas para quienes quisieran vivir esta experiencia inédita en el circuito operístico local.
Si hay algún lugar del Teatro cuya visibilidad no es la ideal esto obedece a su arquitectura de teatro a la italiana en forma de herradura, desventaja que se ve ampliamente compensada por su acústica ideal y su formidable belleza, fruto de una tradición histórica que comienza con los griegos y se afianza en el Renacimiento, y que el comentarista, en tanto dramaturgo, no puede desconocer. Por supuesto está desde ya invitado a todas nuestras actividades gratuitas, que se publicitan ampliamente en carteleras y a través de nuestro Facebook.

Darío Lopérfido

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2 comentarios en “Teatro Colón

  1. Loperfido no niega que las entradas costaban más de $ 3.500 y da como un logro el haber ofrecido el espectáculo proyectado en pantalla al aire libre en días del invierno más frío que recuerda el país en sesenta años. Eso si, para no morir en el empeño te daban una taza de chocolate. Debiera darle verguenza semejante referencia y las implicaciones que contiene.
    Luego confunde los orígenes del teatro de opera y ballet con las antiguas contrucciones griegas con las que, por supuesto, no tienen nada que ver. Los diseños radiales de los anfiteatros helenos responden al rendimiento máximo del espacio con relación al espectador. La maravillosa acústica de algunos de ellos sigue siendo un misterio. La forma de construcción de los teatros nacidos durante el post renacimiento tienen que ver con la demostración de boato y poderío de sus dueños y lo de acústica ideal del teatro con codos pasa por su ignoracia o su sordera. La sala del Colon actual ofrece, en la zona de platea y palcos bajos, muchos lugares sordos y rebotes de sonido que afortunadamente desaparecen en los pisos superiores.
    Darío Lopérfido; es lo que hay.

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