"SER PARTE DE ESTA ORQUESTA ES APRENDER A SER MÚSICO EN ESTE PAÍS" | CULTURA Y MEDIOS :: DR. GUSTAVO LOPEZ

Cultura y Medios
"Ser parte de esta orquesta es aprender a ser músico en este país"
Carlos Calleja es el Director de la Orquesta académica de Buenos Aires, un proyecto autogestionado que nació luego del cese de sus actividades en el Teatro Colón. Además de perseguir la excelencia profesional, esta cooperativa musical intenta cambiar paradigmas y generar propuestas alternativas que transformen las condiciones ya establecidas.
Por Mariela Fraiman

– ¿Cuál es el espíritu y el perfil de la Orquesta Académica de Buenos Aires?
– Esta orquesta es consecuencia del cierre de la orquesta académica del Teatro Colón. Eso fue lo que generó su nacimiento, hace casi tres años, como una orquesta completamente independiente. El primer requisito para integrarla es tener un nivel técnico considerable y, en lo posible, experiencia en práctica orquestal, aunque no es imprescindible. Son aproximadamente sesenta jóvenes de 25 años de edad promedio. Durante los siete años en los que fui titular de la orquesta del teatro era obligatorio que a los dos o tres años los integrantes se renovaran porque cumplían un ciclo; era un lugar de estudio, de práctica, en el que cumplían un ciclo y luego se iban, como en un secundario. En este caso, no. La idea es que la orquesta vaya creciendo a la par de los integrantes.
– ¿Cuáles fueron los cambios que enfrentó la orquesta con el cierre del Colón?
– En realidad, cuando cerró el teatro nosotros todavía estábamos; la orquesta seguía viva. Cuando se preparaban para abrirlo nuevamente, tomaron la decisión de cerrar la orquesta. Así fue que en lugar de perder el año decidimos continuar en forma independiente. Curiosamente se quedó más del 80% de la gente y empezamos a ensayar en bares, en cualquier lugar que nos prestaran. Y éramos 50 personas. Era difícil, pero no perdimos ni un ensayo. Hacía tiempo que proyectaba la formación de una orquesta con los egresados, los que salían y no podían entrar a otros organismos. Terminaban ese ciclo de tres años en el teatro y, al no haber concursos, no lograban encontrar sus lugares. A pesar de no contar con los medios necesarios fuimos consiguiendo muchas cosas. Ser parte de la orquesta es mucho más que aprender a tocar. Es aprender a ser músico en este país. De alguna forma, la idea es cambiarles la cabeza a los chicos par a que no tengan que vivir lo que mi generación padece. Hay que formarlos desde jóvenes para que eso cambie.
– ¿Cómo son las audiciones para entrar a la orquesta? ¿Sólo se realizan cuando queda un espacio vacante?
– Todos los años hacemos concursos para todo el mundo. O sea, los integrantes, también tienen que dar audiciones. Es una de las tantas cosas que tratamos de hacer y que no se hacen en las orquestas tradicionales y oficiales. Habitualmente no hay concursos o, si los hay, son cada quince años. De esta manera se genera una disciplina y el mismo integrante, aunque esté dentro de la orquesta, todos los años tiene una audición. Les hace mucho bien porque viven audicionando, viven teniendo que presentarse en público.
– ¿Tienen ingresos económicos los que participan del proyecto?
– El primer año y medio nadie cobró nada. Sí juntábamos algo de dinero era para pagarles a instructores, profesores que venían a participar y ayudaban a mantener ese espíritu académico para que la gente se siguiera formando. Teníamos gastos, alquilábamos salas, hasta que conseguimos que nos prestaran un teatro que abrían especialmente para nosotros, de favor absoluto. Después pude hacer una inversión personal y familiar y comprar una casa vieja. La estamos arreglando. Ya estamos adentro desde hace un año, así que tenemos nuestra sede propia. Fue una jugada importantísima porque es un lugar donde caben 70 personas tocando y también hay otras varias salitas. Eso nos cambió la vida, porque, además de ser el lugar de ensayo, es un lugar de contención importante que cumple una función social. El año pasado conseguimos que mecenazgo de la ciudad nos aprobara el proyecto. El primer año no hubo nada de dinero. En el segundo ofrecimos nuestro servicio e hicimos una ópera que nos pagaron como profesionales. El resultado final es profesional: sólo nosotros sabemos el tiempo que nos lleva prepararlo. Eso nos permitió vivir medio año y poder pagarles a los chicos una beca mayor que la que abonaba el teatro. Somos como una cooperativa.
– ¿Cuáles son sus objetivos como grupo?
– No me gusta definir por el opuesto, pero viendo las carencias que hay es bastante fácil inventar todo lo que falta en nuestro medio. De alguna forma, el objetivo grande es formar músicos, pero conectados con el placer de ejercer su vocación. Que entiendan para qué, por qué y para quién tocan. Que sea un verdadero compromiso con lo que hacen, con el equipo con el que trabajan, con su profesión, con su oficio, con su amor por la música. Elegir hacer música con otras sesenta o cien personas es algo muy especial. Por lo general el músico llega a una orquesta como una consecuencia inevitable para la subsistencia y no como un objetivo en sí mismo y eso cambia muchísimo las cosas. El grupo se fue renovando cada año, más de lo que hubiéramos querido. Y, a veces, los que entran no tienen idea de qué se trata, creen que es otra orquesta de jóvenes. Y al rato ya se empiezan a encontrar con que hay exigencias diferentes, que no son casuales, son buscadas. Dentro de las orquestas hay siempre un orden jerárquico en las filas, especialmente en las cuerdas: cuanto más cerca está del director se supone que es mayor el nivel del instrumentista y se va diluyendo hacia atrás. Una de nuestras primeras medidas fue que acá todo el mundo rota sus lugares. Claro que esto trajo los consecuentes problemas que acarrea la novedad. Sin embargo, ya nadie cuestiona eso. Buscamos evitar la competencia. El orden de los integrantes en el programa es alfabético.
– ¿Cuándo y dónde será el próximo concierto?
– El domingo 18 vamos a estar en el Teatro Avenida. Es un concierto que organizamos nosotros mismos y nos encargamos de contratar la sala, trasladar los atriles, las sillas, todo. Cobramos entrada para poder recuperar parte de los gastos. Hacemos un programa con Tchaikovsky que, dentro de lo clásico, tiene un atractivo para la mayoría de la gente. Es el concierto para violín y orquesta y toca un joven chileno excelente: Freddy Varela Montero.

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